Abejas en un panal

Las abejas rastrean microplásticos en el medio ambiente

Las abejas son unos magníficos biomonitores del impacto de los microplásticos. Un nuevo método de rastreo permite estudiar esas cantidades de manera barata y efectiva.

Los microplásticos son pequeños fragmentos de plástico de entre 5 milímetros y 1 micrómetro (el tamaño de una bacteria). Son numerosos los informes que alertan de su presencia en el medio ambiente. Recientes investigaciones muestran la alta capacidad de estos fragmentos para alcanzar los diferentes compartimentos ambientales: los océanos, los ríos, los suelos y el aire. Es tanta la movilidad de los microplásticos que hasta se han encontrado en lugares remotos del Ártico o de la Antártida.

Gracias a una colaboración entre las Universidades de Alcalá, Autónoma de Madrid y de Almería con la Asociación Danesa de Apicultores, se ha evaluado la capacidad de las abejas para recoger, por adherencia, microplásticos en sus viajes diarios. La asociación danesa cuenta con más de 6.000 apicultores y cuenta con la ventaja de desarrollar apicultura de zonas urbanas.

Este estudio aporta la primera evidencia de cómo las abejas (y otros insectos) entran en contacto con estos materiales, que acaban en el interior de las colmenas. Hasta ahora se había investigado principalmente si había plástico en la miel. También, qué pasaba con los polinizadores que se exponían a alguno de estos polímeros.

La ubicuidad y persistencia de este tipo de residuos los convierten en un problema global sin que exista una idea clara de cómo se transfieren de un medio a otro. Además, aún se desconocen en gran medida sus efectos sobre el medio ambiente y la salud de las personas.

Microplásticos en el agua
Plásticos de origen marino.

Microplásticos en el aire

De todos los medios explorados, el aire es el más desconocido en cuanto a la presencia de microplásticos. La mayoría de los estudios publicados hasta la fecha investigan los materiales que se depositan en el suelo utilizando muestreadores específicos. Recientemente, se ha demostrado la presencia de materiales a gran altura sobre el cielo de Madrid. Demostrando así que os microplásticos tienen la capacidad de alcanzar grandes altitudes.

Una vez han ascendido lo suficiente, el movimiento de las masas de aire mueve los microplásticos de una zona a otra. La movilidad es mayor cuanto menor sea el tamaño de las partículas. Al parecer, el aire es una pieza clave en la distribución de los microplásticos. Sin embargo, todavía no está claro cómo se producen los desplazamientos, el origen de estos plásticos ni si su flujo tiene una determinada temporalidad.

Las abejas como biomonitores de microplásticos

Las abejas de la miel (Apis mellifera) son excelentes biomonitores de diversos contaminantes. Gracias a ellas se pueden monitorizar los productos veterinarios usados por los apicultores para su cuidado, los pesticidas de origen agrícola y otros contaminantes presentes en su radio de exploración. Estos controles garantizan que la calidad de los productos como la miel, la cera y el polen sea óptima.

Las principales ventajas de las abejas como bioindicadores son la sensibilidad que tienen a los tóxicos, su alta tasa de reproducción y su amplio radio de acción. Sus largos vuelos, de hasta 14 km, les permiten recorrer zonas inaccesibles para el hombre.

Una investigación novedosa

Para llevar a cabo este último estudio, se fijó un protocolo y se comenzó la recolección de una serie de muestras de las abejas durante la pasada primavera. Después, se llevó a cabo la evaluación de la presencia de los microplásticos que llegaron fijados a los insectos en una serie de colmenas situadas en 19 localizaciones de Copenhague y alrededores.

En sus desplazamientos en búsqueda de néctar y flores, las abejas retienen en sus cuerpos las fibras y fragmentos de plástico que estén presentes en el aire debido a interacciones electrostáticas entre sus cuerpos y los microplásticos.

Microplásticos en todas las colmenas

Se han detectado microplásticos de diversas formas y colores, tanto fibras como fragmentos, en todas las localizaciones muestreadas. La mayor cantidad de plásticos se ha encontrado en las zonas urbanas. Sin embargo, en las regiones suburbanas e incluso en las rurales también se han encontrado cantidades destacables. Proceden de zonas urbanas próximas, que son la fuente principal de esta contaminación.

En este trabajo, se han identificado trece polímeros sintéticos diferentes entre los que destacan las fibras de poliéster. La contaminación por fibras sintéticas es un problema común y señala directamente al uso de materiales sintéticos como fuente importante de microplásticos en el medio ambiente.

Otros plásticos como el polietileno o el cloruro de polivinilo aparecieron con frecuencia en las muestras junto con materiales de algodón o lana que han sufrido algún tipo de tratamiento para su uso textil (la presencia de colorantes y otros aditivos químicos también es motivo de contaminación).

La actividad humana, fuente de microplásticos

En este estudio pionero se ha demostrado la presencia de microplásticos y otros materiales antropogénicos adheridos al cuerpo de las abejas. Esto las hace útiles como biomonitores de la presencia de estos materiales en la naturaleza, por lo que este enfoque abre un abanico de posibilidades para futuros estudios.

Gracias a esta especie, es posible llegar a conocer más sobre la dispersión de los plásticos desde los núcleos urbanos, las variaciones geográficas y temporales de esas dispersiones, y cómo la presencia de microplásticos cambia con el perfil sociodemográfico de las zona estudiadas.

Por otra parte, no hay que olvidar que la situación óptima debería ser la poca o nula detección de microplásticos y esto está lejos de ocurrir. La contaminación por microplásticos está asociada a la actividad humana y mientras se usen polímeros sintéticos será necesario establecer programas de vigilancia y monitorización.

El uso de biomonitores permite obtener datos de lugares muy dispares con una inversión limitada. De esta forma, las abejas pueden contribuir a mejorar la gestión de los residuos plásticos de origen humano.

*Francisca Fernández es Catedrática de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid, Roberto Rosal es Catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Alcalá de Henares y Carlos Eda es Estudiante de Doctorado en Hidrología y Gestión de los Recursos Hídricos en la Universidad de Alcalá de Henares. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.