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Nikola Tesla, el genio que inventó el presente

Una muestra destaca la vigencia de su figura en la actual encrucijada energética

Empecemos con un juego de palabras facilón, pero no por ello menos cierto: en tiempos cada vez más oscuros, la utopía que encarna Nikola Tesla, el ingeniero e inventor que clamó hace más de un siglo por la búsqueda de fuentes de energía limpias, baratas e inagotables, luce con más fuerza que nunca. Y por si el aluvión continuo de libros, películas, series, cómics, discos o videojuegos que le incluyen como personaje no fuera suficiente, la exposición «Nikola Tesla. El genio de la electricidad moderna», que llega ahora al CaixaForum de Madrid tras su exitoso paso por Barcelona, antes de seguir viaje a Zaragoza y Sevilla, viene a confirmarlo de nuevo.

La muestra, que cuenta con la colaboración del Museo Nikola Tesla de Belgrado, que ya participó en la que le dedicó hace unos años al inventor la Fundación Telefónica, sigue la vida, a ratos legendaria y a ratos patética, pero siempre fascinante, de Tesla, desde su nacimiento en la pequeña localidad balcánica de Smiljan (en la zona de mayoría serbia de la actual Croacia) hasta sus años de gloria en Nueva York y su posterior declive y muerte, que tanto han hecho por cimentar el mito en torno a su figura y su legado.

El recorrido permite conocer de primera mano sus visionarias aportaciones, que permitieron que se estableciera un sistema de corriente alterna que consiguió iluminar al mundo, alimentando todos los adelantos que se produjeron desde entonces, así como sus trabajos pioneros en la transmisión de energía inalámbrica, la radio, el control remoto o los sistemas de despegue vertical, entre otras muchas innovaciones.

Pero, sobre todo, lo que destaca la exposición es la capacidad de Tesla para ir más allá del invento en concreto para, a partir de él, ser capaz de entrever cómo el mundo en su totalidad podía ser redefinido. Anticipó antes que nadie el advenimiento de un planeta interconectado, en el que cada habitante vería lo que ocurría en sus antípodas con un pequeño aparato que cabría en el bolsillo de su chaleco. Y ya en 1901 clamó por el fin del consumo de los combustibles fósiles, que ponían en riesgo a las generaciones venideras, y abogó por el paso a la solar, eólica, y a las fuerzas de las mareas.

A través de maquetas y reproducciones, muchas de ellas interactivas, el visitante puede revivir la fascinación que despertaban en sus coetáneos las demostraciones de aparatos con los que se hacía atravesar por miles de voltios, solo para demostrar lo inocuo de su tecnología, que Edison, en el fragor de la Guerra de las Corrientes que terminó trayendo consigo la silla eléctrica a Estados Unidos, se empeñaba en difamar.

La bobina Tesla, esa nada práctica maravilla

Si hay una pieza que destaca en la muestra es la gran bobina Tesla. Patentada por él para experimentar con descargas de alta frecuencia, en los últimos tiempos se ha convertido en un gran icono pop. Incluso hoy resulta difícil permanecer impertérrito mientras se la ve despedir sus rayos y se oye su poderoso sonido chirriante, con el que algunos han logrado hasta hacer música. Frente a la búsqueda de la utilidad que impulsaba a Edison, este objeto caracterizado por su escasa practicidad, pero también por su extraña belleza, es quizá el que mejor define a su creador.

En la presentación de ayer, junto al director corporativo del área de Cultura y Ciencia de la Fundación La Caixa, Ignasi Miró, y de la directora del CaixaForum de Madrid, Isabel Fuentes, estuvo también presente la directora del museo de Belgrado, Ivona Jevtic, quien destacó la trascendencia de Tesla y cómo su pequeña institución, que custodia la práctica totalidad del legado del inventor, se ha convertido en un verdadero lugar de peregrinaje, con colas de visitantes nacionales y extranjeros que cada día quieren acercarse a contemplar de primera mano no solo su obra, sino también sus cenizas, que reposan en un rincón destacado del centro, en el interior de una esfera de bronce.

La inauguración también dio pie a Jevtic a defender el carácter de serbio de Tesla, en una muestra de la polémica que mantienen actualmente Serbia y Croacia sobre su nacionalidad, y que ha llegado incluso a provocar tensos incidentes diplomáticos. Sin embargo, el mensaje que transmite la muestra es el de un pensador (que, por cierto, adquirió muy pronto la nacionalidad estadounidense y vivió la mayor parte de su vida en la ciudad de los rascacielos) que, más allá de fronteras y divisiones, creía en la capacidad del ser humano para enfrentar retos que por entonces eran tanto o más ominosos que los que nos acechan hoy en día, y en el intelecto como la herramienta transformadora última. Con esos mimbres, no hace falta ser tan visionario como él para saber que el culto a Tesla está lejos de ceder; su ejemplo sigue siendo demasiado valioso.